Todo comenzaba en un frío invierno, donde la nieve cubría las calles. Yo era un chica normal, iba a primero de bachillerato, mis notas iban bien, tenía mi grupo de amigas, tenía una familia perfecta... Todo muy corriente para un chica de mi edad. Pero al cumplir los 18 mi vida comenzó a sufrir varios cambios; mi salud empezaba a preocuparnos, conocí a gente nueva pero a la vez perdí a gente muy querida. Un verano me tuve que mudar a otra ciudad, me fui a la playa; lo que no sabía es que allí conocería al que un día sería mi futuro. Cuando estaba allí me costaba mucho hacer nuevas amistades, digamos que no encajaba del todo... Pero finalmente conocí a varias personas de las cuales uno me llamo especialmente la atención, aún no habíamos hablado y yo no me atrevía a dar el primer paso. Fuimos a la playa, allí los chicos jugaban al fútbol y nosotras mientras nos contábamos nuestras vidas. Yo no dejaba de mirar a ese chico, y la verdad él tampoco dejaba de hacerlo; entonces una de mis amigas me dijo:
-Se llama Álex, ¿por qué no vas a hablar con él?
-¿Quién yo? Me da mucha vergüenza...
-No seas tímida, te gusta ¿verdad? Él no deja de mirarte, así que corre ves.
Todas me empujaron hacia él, y todos se reían al ver que los dos nos sonrojábamos.
-Hola, ¿quieres dar un paseo? - me dijo él.
Yo asentí con la cabeza, estaba muy nerviosa y no dije palabra alguna en el paseo. Él me miraba y sonreía. Empecé a sentir un gran cosquilleo, quizás me estaba enamorando...
-¿Por qué no hablas? ¿Te da vergüenza? No tienes porque estar nerviosa - dijo él con una carcajada.
-Bueno... Verás es que...
-Espera quieta un momento. No te muevas. - nos miramos fijamente - Estas preciosa con la luz del atardecer...
Los dos empezamos a sonrojarnos y una tímida sonrisa se dibujo en nuestras caras. Entonces con esos ojos que hipnotizaban me miró fijamente, me acarició con sus manos suaves mi rostro y... Me besó. No podía creer lo que estaba pasando, era como un sueño que toda princesa sueña. Agarrados de la mano volvimos sin decir palabra, solo nos mirábamos y sonreíamos. Me acompañó a mi casa, era de noche y no me quería dejar sola. Entonces antes de irse me susurró:
-Te he estado esperando mucho tiempo, esperaba el momento de conocer a la chica perfecta. Espero que me dejes vivir la vida a tu lado.
Me besó la mejilla y se empezó a alejar. No podía quedarme ahí quieta, tenía que decirle algo.
-¡Espera! Te quiero.
Y corriendo vino hacia mi, agarrándome con sus brazos, fundidos en un beso.
Pasaban los meses, los años y yo ya no me hacía una idea de cómo sería la vida sin él.
Mi salud volvió a empeorar y decidieron hacerme varias pruebas. Yo aún no le dije nada, no quería preocuparle, pensaba que no sería nada. Pero me equivoqué. Al cabo de dos meses, los médicos dijeron que tenía leucemia y lo habían detectado tarde. A pesar de que tenía que seguir con una vida normal, era imposible. Álex no sabía nada, mis padres buscaban la manera de buscar un remedio...
Pero un día no pude levantarme de la cama, me llevaron de urgencias al hospital. Lo único que escuchaba era el sonido de una máquina, no veía más allá de mi camilla y unas flores que me dejaron mis familiares. ¿Qué estaba pasando?
Volví a abrir los ojos y, allí le vi como esperaba a que despertara.
-¿Has estado aquí toda la noche? Debería irte a casa y descansar - le dije.
-¿Por qué no me lo dijiste? Ni te imaginas mi reacción al saber lo que te pasaba... No entiendes que te quiero, eres mi novia y... Daría mi vida por ti.
Mi sonrisa iluminó mi cara y cerré los ojos. Mi corazón dejaba de latir poco a poco, escuchaba como su voz me pedía que no le dejara...
Han pasado diez años desde ese día, un día en el que volví a nacer. Gracias a los médicos pude salir de aquella oscuridad en la que durante un momento me vi sumergida.
Ahora aquí estoy, sentada en un porche mirando el atardecer junto al chico que me enseñó a vivir más allá de una enfermedad, con nuestro pequeño hijo. Y la verdad es que quizás no viva sesenta años pero merece la pena vivir porque al fin y al cabo la vida me dio una oportunidad para seguir viviendo más tiempo junto a él.